Mitología egipcia» El más allá

Desde el III milenio, los textos funerarios recalcan la posible existencia de una vida después de la muerte en el reino iluminado de Osiris. El sol era una divinidad importante cuyo paso en el cielo simbolizaba el ciclo eterno de la vida: El nacimiento, la muerte y el renacimiento. Los faraones fueron considerados como los dioses, representantes divinos sobre la tierra que, gracias a los ritos, aseguraban la perpetuación de la vida. Después de su muerte, ellos se hacían inmortales, reuniéndose con los dioses en el más allá.

Los egipcios también creían que el cuerpo y el alma eran importantes para la existencia humana, tanto en la vida como en la muerte. Sus usos funerarios, por ejemplo la momificación y el amortajamiento en tumbas, pretendían ayudar al difunto a encontrar su camino hacia el más allá. Las tumbas eran rellenadas de alimentos, de herramientas, de artículos caseros, de tesoros,…todas las cosas esenciales para garantizar la vuelta del alma en el cuerpo con el fin de que el difunto viva feliz durante toda la eternidad.

El más allá en la mitología egipcia

Las doce cavidades del Más allá
Cuando la noche cae sobre Egipto, el Sol, engullido por Noût, la diosa del Cielo, efectúa un viaje largo y nocturno. Pasa el primer pórtico guardado por serpientes y penetra bajo el horizonte.
En cada una de las puertas, el Sol es acogido por los muertos a quienes el halo divino despierta a la vida durante una hora. Los difuntos, esperando obtener un sitio en la barca solar (llamada Mândjet ó Mesektet) halan a la embarcación divina de una puerta a la otra.

Cuando el sol alcanza la última cueva, cuatro babuinos se encargan de abrir el último pórtico antes de anunciar al mundo terrestre que el astro divino está a punto de brillar de nuevo.
Existe otra región del más allá, más profunda, en la que los rayos del sol no alcanzan: el hetemit (lugar de destrucción). Es aquí donde las potencias destructoras aniquilan a los enemigos de los dioses.

El castigo
Los difuntos que han sido condenados por el tribunal de Osiris, se exponen a una pena terrible.

Confinados en lugares de castigos, son decapitados, quemados, y su corazón es arrancado por una letanía de criaturas espantosas armadas con cuchillos: así, su Bâ desaparece y los difuntos quedan en un estado de “no ser” que los priva para siempre de una vida después de la muerte.

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